Un padre de familia fue injustamente imputado por amenazas que no cometió, lo que le impidió ver a su hija durante tres años. La verdadera autora fue una mujer movida por los celos.
Sucesos desencadenados
El relato parece sacado de una obra de Spielberg, pero es tan real como la angustia que vivió Pedro —nombre ficticio para preservar su identidad—, quien fue víctima de una grave injusticia penal. En octubre de 2022, la madre de su hija comenzó a recibir una serie de llamadas anónimas desde un número oculto. Cerca de mil en un solo mes. Algunas contenían amenazas tan graves como: «Vas a morir y tu hija también» o «cualquier día va a desaparecer del colegio».
La mujer, alarmada, acudió a la Guardia Civil y señaló a su expareja como responsable. Sin pruebas concluyentes, el Juzgado de Violencia sobre la Mujer emitió una orden que prohibía a Pedro acercarse y comunicarse con su hija. Esa decisión le impidió ver a la menor durante más de tres años. Lo que parecía una medida de protección se convirtió en un castigo para un hombre inocente, atrapado en un proceso que ignoró la presunción de inocencia desde el principio.
Investigación y descubrimiento de la verdad
Afortunadamente, una exhaustiva defensa legal permitió reabrir el caso desde otra perspectiva. La investigación, desarrollada por el mismo cuerpo de la Guardia Civil, localizó el número desde el cual se emitieron las llamadas amenazantes. Para sorpresa de todos, no pertenecía a Pedro, sino a una mujer que había tenido una relación sentimental con otro agente de la Benemérita.
Movida por los celos al descubrir el número de la madre en los contactos de su pareja, esta mujer comenzó una campaña de acoso telefónico sin medir las devastadoras consecuencias. Durante el juicio, reconoció ser la autora de las amenazas y fue condenada a ocho meses de prisión.
El Juzgado de lo Penal número 3 de Burgos absolvió a Pedro de toda acusación. Por fin, después de más de tres años, pudo volver a abrazar a su hija. Pero las secuelas de esta experiencia siguen presentes. La falsa imputación afectó su vida personal y profesional, dejándole una huella que ni la absolución podrá borrar del todo.
La importancia de tener una defensa adecuada en derecho penal
Este caso demuestra que una injusticia penal puede destruir años de vida en cuestión de minutos. Por eso, es imprescindible contar con un abogado especializado en derecho penal, que actúe con diligencia y conozca las herramientas necesarias para desmontar acusaciones infundadas.
En la lucha por restituir su buen nombre y recuperar su vínculo con su hija, Pedro encontró respaldo en una defensa legal sólida que permitió esclarecer los hechos y demostrar su inocencia. Este tipo de casos, desgraciadamente más frecuentes de lo que parece, refuerzan la necesidad de proteger los derechos de los acusados y de garantizar que ningún padre o madre sea separado injustamente de sus hijos.
Si tú o alguien cercano enfrenta una situación parecida, no dudes en buscar asesoramiento. Un buen abogado puede ser la diferencia entre el silencio de la injusticia y la voz de la verdad.